Antonio Bravo Nieto | Septiembre 2025
Catalogar para salvaguardar un patrimonio en peligro
Moviéndonos entre el interés cultural y estético que representa la denominada arquitectura rifeña, y la responsabilidad de su conservación como parte del patrimonio de una época, de una región y de un pueblo, surge la necesidad de abordar su catalogación.
Es paradójico pero cierto que en plena época de globalización y cuando teóricamente circula más información entre las personas, sea cuando el patrimonio en general y el construido en particular corra más peligro de desaparecer. Por eso resulta obligado establecer medidas que nos permitan poder seguir apreciando estos edificios, y evitar que al final su existencia quede exclusivamente como un simple recuerdo fotográfico. Arqueología de la imagen, tan romántica como inútil a la hora de aprehender el significado que las arquitecturas quisieron transmitir en su tiempo.
Blanco Izaga, la peculiar mirada de un interventor en el Rif
Hoy día ya son muchos los estudios y acercamientos a la obra de Emilio Blanco Izaga, lo que ha hecho posible enmarcar perfectamente sus coordenadas vitales, su pensamiento y su obra dentro del contexto de la intervención colonial española en el norte de Marruecos y concretamente en el Rif. Sin embargo, todavía quedan sin resolver muchas incógnitas con respecto a lo que se considera uno de sus trabajos más inauditos, y a la vez más desconcertantes: la llamada arquitectura rifeña.


Por eso tal vez convenga cuestionar algunas ideas establecidas sobre esta arquitectura y sembrar incertidumbres, para que la curiosidad científica vuelva a interesarse por un tema que muchos asumen como cerrado. Conviene recordar que Blanco Izaga no era arquitecto ni ingeniero, y que no tenía cualificación técnica adecuada para realizar una obra constructiva, y sin embargo todas las fuentes confirman que fue su idea, su decisión, la que generó un estilo, el estilo rifeño.

Emilio Blanco no fue el único visionario en esa aventura colonial, pero sí el más peculiar. Hubert Lyautey (máxima autoridad en el Marruecos francés) también soñó con un estilo, y con la ayuda del arquitecto Henri Prost recreó una supuesta arquitectura «hispano-mauresque», que no fue otra cosa que una magnífica adaptación al ambiente norteafricano. Es obvio que esta arquitectura de hispana no tenía realmente nada, salvo la usurpación del nombre por el prestigio que Al Andalus podía conferirle a su proyecto «imperial».
Por su parte, Emilio Blanco también tuvo que contar en la materialización de su sueño con los técnicos que tuvo a su alcance y que realizarían los proyectos y ejecutarían y dirigirían las obras. Estos técnicos, el ingeniero Francisco Castellón Díaz, o los arquitectos Francisco Hernanz Martínez desde 1929 a 1936 y Manuel Latorre Pastor desde 1938 a 1943, son bien conocidos y cuentan con una amplia bibliografía de su obra. Y curiosamente nunca en el recuerdo de sus archivos, en sus documentos familiares o en la memoria de sus hijos o nietos, todos pacientemente entrevistados, quedó ningún recuerdo sobre estos trabajos. ¿Acaso Blanco Izaga consiguió imponer un estilo y unas arquitecturas que los técnicos no terminaron de asumir como suyos?

La arquitectura rifeña y el estilo Blanco Izaga
Ante esta interrogante no hay respuestas. El estilo Blanco Izaga es inconfundible por sus muros ataludados, sus masas cúbicas de color rojo y sus detalles geométricos pintados en las paredes, pero debajo de este lenguaje normalizador también encontramos a veces la pequeña venganza del arquitecto, cuando consigue que una obra (caso de la Mehakama de Beni Bu Aiach o la mezquita de Einzoren entre otros) responda más a criterios de vanguardia arquitectónica, que a un sueño revivalista.


Y es que la arquitectura rifeña fue un sueño, aunque estéticamente muy hermoso. Un sueño fácil de ejecutar porque los edificios (siempre de carácter práctico) tenían que ser realizados de una forma o de otra, y además tanto antes de la Guerra Civil, como después, los medios económicos no sobraban, por lo que los programas constructivos eran sumamente sencillos, económicos y utilizando materiales tradicionales y mano de obra que no requería grandes vuelos profesionales.

De esta forma, controlando la piel y el diseño, Blanco Izaga desde sus distintos puestos de control político-militar sobre el Rif consiguió levantar un elevado número de obras. Consiguió utilizar las sinergias que la propia administración colonial ya ejecutaba en forma de escuelas, puestos de control, enfermerías, orfanatos, fondaks, mezquitas, etc., y buscó y consiguió generar una unidad de estilo, que hoy día nos parece la materialización de una voluntad muy especial. Crear un estilo es el sueño de un visionario. Ha sido el referente de dictadores y de regímenes políticos que pocas veces lo han conseguido, a pesar de que en ello se hayan empleado grandes esfuerzos y poderosos medios. Y al parecer, Blanco no tenía ni una cosa ni la otra, pero sí una voluntad férrea, adaptada a su compromiso político y unas grandes dosis de pragmatismo que le permitieron sacar adelante su propuesta en fechas poco propicias para grandes derroches presupuestarios.

Catálogo arquitectónico de Emilio Blanco Izaga
La obra que comentamos en este catálogo está compuesta por casi treinta arquitecturas. Todas han sido estudiadas dentro del estilo, y de ellas como poco se posee documentación fotográfica, aunque muchas ya han desaparecido o persisten en la actualidad muy transformadas.

La práctica totalidad de estos trabajos se concentran en la antigua región del Rif, nucleada en torno a la ciudad de Villa Alhucemas. La mayoría se construyeron vinculadas a la idea de potenciar poblados, y donde la fuerza demográfica era mayor, caso de la cabila de Beni Urriaguel, con poblaciones como Einzoren (5 obras), Axdir (2), el Arba de Taurirt (2), Beni Bu Aiach (1), Tamasint (1), Puesto del Nekor (1), Amar U Said (1) y junto al Río Guis (1). De la cabila de Bokoia destacaba sobre todo la capital, Villa Alhucemas, con 5 obras y la intervención del zoco el had de Ruadi. De Beni Itef destaca Snada (2 obras); de Beni Bu Frah obras en el Jemis, en Torres de Alcalá y en Cala Iris. En Senhaya aparecen dos obras en Targuist y una referencia a una tercera en Tagsut. Y finalmente, la cabila de Ketama presenta dos obras en el Tlata. Finalmente, Beni Ammart tiene una obra en el zoco el Tenín.

De carácter excepcional destacaremos dos arquitecturas en la ciudad de Nador (provincia del Kert), que han pasado hasta el momento totalmente desapercibidas, pero que forman parte de este grupo de trabajos y cuya ejecución se debió sin duda a la labor del arquitecto Manuel Latorre.
En cuanto a las tipologías, se trata de arquitecturas ejecutadas con un trazado muy simple, aunque algunas adquieren una envergadura con mayor interés. Las mezquitas fueron construidas en Villa Alhucemas, en Axdir, Snada, Nador y la más interesante de todas, la de Einzoren, verdadero trabajo de arquitectura vanguardista en sus volúmenes cúbicos.
Las mehacamas (mahakmas), que servían como lugar donde se impartía la justicia coránica, cuenta con ejemplos en Villa Alhucemas, dos en Einzoren y la de Ketama. La más interesante es la de Beni Bu Aiach, también con un diseño muy vanguardista.
El conjunto de escuelas y centros de enseñanza nos deja otro grupo de obras: escuelas, reformatorios u orfanatos en Villa Alhucemas, Snada, Tamasint y Targuist.


Las obras de tipo público relacionados con el abastecimiento de agua también cuentan con varios ejemplos, como los depósitos de Alhucemas, la estación elevadora de Rocosa y la del río Guis. Otras obras menores también cuentan con trabajos como mataderos (Einzoren) y puestos sanitarios (Targuist). Finalmente, los edificios destinados a puestos de control, cuarteles o centros de intervención y de la mejaznía fueron otro grupo interesante. Destacaremos el cuartel de Axdir, los puestos de control del río Nekor, de Cala Iris, de Beni Ammart, de Einzoren, de Beni Bu Frah y el bien conocido conjunto del Arba de Taurirt.

Antonio Bravo Nieto
Doctor en Historia del Arte





